Entrevista

“La gente no es crítica ya, acepta lo que sea”: Riemen

Los gobiernos totalitarios comienzan siempre por eliminar a los poetas y pintores, dice el pensador y director del Instituto Nexus.

JESÚS ALEJO SANTIAGO
28/06/2017

México

George Steiner aseguró que Rob Riemen tiene un hondo compromiso “con los valores morales e intelectuales de nuestra frágil comunidad”, mientras que para Amos Oz se trata de un pensador que “nos invita a no dar la espalda a los mejores aspectos de la civilización europea”.

Son ideas recuperadas en el más reciente libro publicado por el pensador, un convencido de que el intelectual sí tiene un compromiso con su tiempo, una obligación moral, más allá de que pueda vivir en una posición privilegiada, en la que “me levanto por la mañana y voy a mi estudio, tomo mis cuadernos y mis libros, no tengo que levantarme a las cinco de la mañana y viajar dos horas para cumplir con una obligación.

“Pero la vida de un intelectual viene con una obligación moral de decir la verdad y darle sentido a las palabras. Si veo lo que está ocurriendo, conociendo la historia, sobre todo la europea del fascismo, apuesto por despertar a las personas para no dejarlas que caminen como sonámbulas”.

Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y la humanidad (Taurus, 2017) es su más reciente libro, en el cual reflexiona sobre un proceso que ya se vive en diversas partes del mundo: el “eterno retorno del fascismo” y la negación de políticos y académicos.

“Puede tomar cinco o 10 años y ocurrir en cualquier lugar, pero se está esparciendo por todas partes. El libro es para que se termine la negación y den con lo que ocurre antes de que sea demasiado tarde. De alguna manera el volumen es optimista, porque mi punto es que aún podemos cambiar las cosas, no tenemos que aceptar que vamos a un mundo fascista. Si todavía lo podemos detener, tenemos que detenerlo”, explica el director del Instituto Nexus.

Pensamiento comercial

No es nuevo, reconoce Riemen (Países Bajos, 1962), pero en los gobiernos fascistas o totalitarios una de las primeras preocupaciones es el mundo del pensamiento, del arte y de la cultura, que se convierte en una amenaza para ellos, por lo que, “dado que son una amenaza, primero matan a los poetas, a los pintores, a los que crean arte kitsch… pero esto no es nada nuevo: tanto en el socialismo como en el fundamentalismo religioso ha llegado a pasar”. No hace a un lado al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien define como un “fascista clásico”.

“Pero lo que preocupa más es que no nos importa, porque atravesamos por una etapa relativamente nueva, relacionada con sociedades en las que se entrena a la gente a preocuparse por el dinero, por la utilidad de algo, por lo pragmático, y los valores de la belleza y de la sabiduría simplemente no son importantes y tal vez cuentan como un pasatiempo”.

Y el primer problema que enfrentamos es que estamos en un estado de negación, sobre todo entre los académicos y los políticos, que se han opuesto a aceptar que el fantasma del fascismo ha estado más cerca de lo que creíamos, explica Riemen: “Es como si tuvieras una enfermedad mortal y no la quieres ver. Puedes seguir en la negación, hasta que te das cuenta de que hay un problema y tienes que enfrentarlo.

“Parte de esta cultura fascista es lo que podría llamar la estupidez organizada: la gente necesita ser ignorante, porque hay demasiadas élites de poder que se benefician de nuestra ignorancia. Si la gente fuera un poco más inteligente o más crítica, probablemente muchos políticos no estarían en sus puestos, no se verían muchas propuestas comerciales, no se comprarían muchos productos porque la gente sería crítica”.

De todo ello reflexiona Riemen en su libro y tiene la certeza de que una inteligencia más crítica puede construir un mejor futuro, siempre y cuando se aprovechen las posibilidades del pensamiento humanista.

“Creo que la destrucción del mundo de la cultura y de nuestra educación es un grave problema: desde el ámbito político se impulsa la aceptación de un pensamiento comercial, porque le da a uno satisfacción al instante, aunque no haya calidad detrás de eso.

“En este entorno, lo que uno crea es un vacío cultural: la gente no es crítica ya, acepta lo que sea, no le importa. ¿Por qué preocuparse de lo que ocurre en el mundo, de la injusticia social o de la discriminación? No es su tema, solo se preocupa en comprar un carro”.

Así es como puede crecer una cultura fascista; de ahí la urgencia de recuperar aspectos como la verdad, la justicia, la belleza y la sabiduría, enfatiza Riemen.