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‘¿Dónde está el líder moral de nuestra época?’, se pregunta el filósofo Rob Riemen
Héctor González
El pensador holandés publica ‘Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo’.
Déjeme comenzar con la cita que hace a Camus: ‘Europa ya no ama la vida’. ¿Podría ser extensible al resto de Occidente?
Probablemente sí. Es una cita fascinante, Camus la dice al final de la Segunda Guerra Mundial para tratar de entender cómo fue posible el horror del nazismo. Camus se dio cuenta de que él mismo formaba parte de una tendencia filosófica nihilista y quiso rectificar, por eso después reconoció que era necesario hablar de valores morales y que correspondía a los intelectuales promoverlos. A él como gran artista no lo podría desconectar de la noción de la belleza en un sentido platónico o moral. Fue de los primeros en darse cuenta que dentro de un mundo tocado por valores materiales -tecnología, ciencia-, la idea de la belleza como una virtud moral o interna, desaparece. Podemos ir a la Luna y tener Whatsapp, vivir en un mundo funcional, pero la cultura espiritual está muerta porque ahí no hay vida.
Usted habla de que vivimos en la era de lo kitsch, concepto dentro que incluye una predilección por la belleza superficial y la tecnología.
Lo kitsch es una tentación extremadamente peligrosa. Vivimos en una época donde importa la fachada y predomina la perspectiva de lo bonito, el parámetro son los ‘likes’ de Facebook. Creemos que podemos comprar nuestra identidad y que la vida debe ser placentera todo el tiempo. La mentalidad kitsch plantea que nada puede ser difícil y que uno merece una vida bonita, llena de viajes y juegos. En eso estábamos cuando llegó la crisis económica y su enseñanza de que el iPhone, los jeans y los videojuegos cuestan y no poco. Entonces nos empezamos a dejar seducir por los slogans de mesías falsos como Donald Trump, que venden la idea de que nosotros no somos responsables de nada, sino los otros. Por eso ahora Estados Unidos culpa a los mexicanos. Donald Trump asegura: ‘si nos deshacemos de los mexicanos regresaremos al mundo kitsch’. Entiendo que en el mundo del arte a lo kitsch se le considera un fenómeno interesante, pero en realidad es algo más amplio porque implica una perspectiva de mente propicia para resurja el fascismo.
¿Por el resentimiento que promueve al ‘distinto’, al ‘otro’?
El fascismo es una forma de pensar la política y la cultura. Surge de lo kitsch y del resentimiento. El rencor es un fenómeno natural que experimentamos cuando tenemos celos, envidia o frustración; cuando tenemos la mente agarrada a la idea de que todo debe ser accesible para nosotros. Nos frustra no tener un auto como el del vecino y eso genera un odio. De ahí viene la política del chivo expiatorio. En la Alemania nazi eran los judíos, ahora en Europa son los islamistas; en Estados Unidos antes eran los negros ahora son los mexicanos. El resentimiento es algo que viene de los valores no realistas. Cuando la economía no crece y prevalece la sensación de que los otros tienen más que yo, llega el enojo y sólo se necesita un charlatán o un líder autoritario que prometa cambiarlo.
En perspectiva, los problemas parecen no cambiar a lo largo de los años y usted propone como solución un replanteamiento moral sobre lo que es el deber ser.
Los periodos históricos son bastante largos, tan sólo la Edad Media duró quinientos años. Seguimos viviendo la época que empezó con Kierkegaard y Nietzsche, y nada ha cambiado. Creemos que somos diferentes porque tenemos iPhone o podemos mandar misiones a Júpiter, cuando la realidad es que nuestra perspectiva de pensamiento no ha cambiado. Por eso la primera parte del libro desarrolla la historia de la cultura fascista que seguimos experimentando. No hemos cambiado porque no aprendimos las lecciones de la historia.
Y una de ellas es la crisis del humanismo. Hoy predomina el nihilismo, el desencanto y la decepción de la especie humana.
El ser humano tiene una doble naturaleza. Una es animal y se basa en nuestro cuerpo, por eso comemos, tenemos sentimientos y el sexo. La otra es una naturaleza espiritual, a la que atribuimos la conciencia, la mente y el alma. Gracias a ella alcanzamos un entendimiento que va más allá de nosotros. Las nociones de justicia, compasión o libertad, son ideas y valores. Bajo esta perspectiva, nuestra vida es una constante elección y necesitamos aprender a escoger a partir del conocimiento o la sabiduría histórica. Nuestras vidas se basan en las decisiones. La democracia y la libertad dependen de nuestra capacidad de decisión. Ahora estamos en un cruce interesante y confió en que tendremos que escoger con sabiduría. Somos afortunados porque podemos escoger y es cierto que mucha gente no puede porque está inmersa en demasiada violencia, guerra y pobreza. Por eso escribí este libro. Necesitamos despertar y tener la voluntad para rectificar.
¿Pero cómo encontrar la sabiduría para escoger de manera asertiva cuando vivimos en una era donde la educación está en crisis; predomina la frivolización y la simplificación?
Podríamos decir que ver la televisión no ayuda mucho. Los sistemas educativos desilusionan a la gente porque sirven para encontrar un trabajo, pero no nos preparan para la vida, ni nos dan herramientas para aprender a elegir. La buena noticia, al menos para mí, es que cada individuo tiene intuición y esta funciona a partir del alma. Necesitamos asumir con valor la importancia de la intuición. Tanto Platón como Spinoza defendieron la intuición como un valor supremo. ¿Cómo podemos cultivarla? Atendiendo a las musas, escuchando música e historias, viendo una gran película.
¿No le parece que le atribuye mucha importancia al arte? Wagner es un ejemplo de que el arte no siempre ennoblece.
Cierto, todo mundo tiene la capacidad de ser un humano cruel, pero uno siempre puede escoger y de lo que se trata es de humanizar la selección. Este es mi gran problema con las neurociencias. El primer paso del pensamiento totalitario es creer que el cerebro determina todo y que no existe la voluntad libre. Refiriéndome a Wagner, la traición de los intelectuales es una historia vieja y triste, porque en ocasiones ellos son los primeros en darles la bienvenida a las formas de totalitarismos. Alguna vez debatí con mi amigo George Steiner sobre el amor. Creo que el verdadero amor no se impone, es una invitación; lo mismo sucede con el arte. El gran arte es una invitación a que uno cambie su vida, por eso no admite atajos; y eso es en cierta forma elitista. Aquello que te invita a ser otra persona no puede ser sencillo.
Steven Pinker, estudioso del cerebro por cierto, rebate la idea de que ahora vivimos en una etapa oscura e incluso menos violenta.
Conozco bastante bien a Steven, pero estoy en profundo desacuerdo con él. Incluso su premisa es debatible porque depende de la forma en que leemos los datos. Me parece una arrogancia científica no querer entender la naturaleza humana. Mientras no admitamos la importancia de aprender a tomar mejores decisiones, las fuerzas de nuestra sociedad se moverán en la decisión equivocada.
Frente a problemas como el terrorismo, el narcotráfico y ante líderes como Donald Trump, ¿qué tipo de evaluación hace de esta época?
Vivimos una época de falta de dirección. ¿Dónde está el líder moral de nuestra época? Alguien dirá que el único líder moral de hoy es el Papa, tal vez lo sea, pero incluso su Iglesia lo quiere matar. Necesitamos otras personales valientes, pero todos tenemos que asumir un rol activo desde nuestra trinchera.
Pero los líderes que tenemos son los que escogemos y entonces caemos en el dilema del gato que se muerde la cola.
Precisamente por eso necesitamos escoger otros tipos de líderes, precisamente por eso necesitamos rectificar nuestra capacidad para elegir.