La Crónica de Hoy
¿Aceptaremos el regreso a la barbarie o lucharemos por el renacimiento de la nobleza del espíritu?
Así decidí llamar a esta pequeña incursión, reiterando la pregunta que el pensador Rob Riemen hace en su libro Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo publicado recientemente por Editorial Taurus. Es el segundo escrito de Rob Riemen publicado en español, un escrito que sin duda tiene la intención de sacudirnos del adormecimiento y la apatía. Bajo un estilo ensayístico, específico del autor, el libro está dividido en dos ensayos: I. El eterno retorno del fascismo; II. El regreso de Europa. Sus lágrimas, sueños y hazañas.
A pesar de ser dos ensayos distintos, los une la preocupación del autor en relación a nuestro destino, al abandonar completamente la búsqueda de la belleza, el bien y la verdad, las tres grandes ideas que, desde Platón a Schiller o a Dostoievski, han constituido los pilares de la moral occidental. Sin embargo, estos pilares se han derrumbado desde hace mucho tiempo, cuando el resentimiento se ha apoderado de la moral, el kitsch de la belleza y la mentira y el autoengaño de la verdad.
Publicado en el año 2010 en los Países Bajos, el primer ensayo, El eterno retorno del fascismo, es más que actual. El autor se centra en recordarnos que el fascismo, la raíz del mal radical y de la aniquilación total del inicio del siglo XX, no ha pasado, sino que ha tomado la cara del populismo, de la estupidez organizada, de la mezquindad y de la cultura farsante como dice Riemen, recordándonos la conciencia despierta de Nietzsche, de Thomas Mann o de Camus, cuando nos advertían del peligro de este “bacilo”, de este “virus”, capaz de producir en cualquier momento una nueva epidemia, cuando nada hemos aprendido de la historia.
Para Riemen, y con toda la razón, el virus del fascismo se está extendiendo con rapidez en nuestra sociedad. Con su origen en el “culto del resentimiento y en el vacío”, el fascismo es signo distintivo de la nivelación -y en este sentido con razón Kierkegaard nos advertía de su peligro-; es el signo distintivo del hombre-masa, sobre el cual escribía también Ortega y Gasset. En una sociedad en la cual el deber es sustituido por el deseo, en el cual los valores dejan de ser espirituales, en la que la educación carece ya totalmente de la auténtica enseñanza que implica “una instrucción moral y espiritual” para formar personas libres, y se enfoca en formar “habilidades”; una sociedad en la cual el resentimiento prácticamente se “educa” en la familia, se da lugar con mucha facilidad al fenómeno del siglo XXI que es el populismo, la máscara triste, patética, pero sumamente peligrosa, con la cual regresa otra vez el fascismo.
Con la ayuda de la escritura de Riemen, podemos dibujar el retrato del nuevo fascista: un hombre mezquino, educado con los pequeños valores; un resentido, un hombre que tiene miedo a la libertad, lleno de rencor y odio, que siempre imagina un “enemigo omnipresente”; un hombre sin cultura y sin valores espirituales, pero educado en la cultura kitsch; es el que grita a los cuatros vientos: “no soy violento”, “soy antifascista”, “no soy fascista, “el islam es fascista”, “no soy fascista porque soy pro-judío”, “soy defensor de los valores humanistas”, y estos patéticos gritos están en la boca de partidos políticos, instituciones que han perdido cualquier rasgo de humanidad.
Cuenta Riemen que, hacia el final de su vida, el gran cineasta Federico Fellini, quien en su juventud había coqueteado con el movimiento de las juventudes fascistas italianas, confesaba: “El fascismo siempre surge de un espíritu provinciano, de una falta de conocimiento de los problemas reales y el rechazo a la gente —por pereza, prejuicio, avaricia o arrogancia— a dar un significado más profundo a sus vidas. Peor aún, se jactan de su ignorancia y buscan el éxito para ellos mismos y su grupo, mediante la presunción, afirmaciones sin sustento y una falsa exhibición (…) El fascismo no puede ser combatido si no reconocemos que no es más que el lado estúpido, patético y frustrado de nosotros mismos y del cual debemos estar avergonzados”. Por eso el ensayo es, sin duda, un examen de conciencia al que todos estamos invitados…
El segundo ensayo, El regreso de Europa. Sus lágrimas, hazañas y sueños, es como dice Riemen, “una historia acerca de tres grandes, muchas veces mal entendidas, palabras: democracia, libertad y civilización”. Al entender, igual que sus maestros del alma —desde Thomas Mann a Steiner o a Nietzsche, para dar algunos ejemplos—, que la cultura europea está en peligro de desaparecer, Riemen busca a la “princesa Europa” … ¿Se habrá exiliado? ¿Habrá envejecido? ¿O, simplemente, el sol que la hacía brillar (su cultura y civilización) se ha puesto? Invitado a organizar el coloquio con el tema “Nietzsche, Thomas Mann y el futuro de Europa”, en el Gran Hotel Waldhaus, en Sils Maria, en Suiza, en un lugar mágico, Riemen recuerda los pasos de Nietzsche o de Proust, rodeado de silencio y montañas, el lugar en el cual también se hospedo, en el año 1954, Thomas Mann, en su paso hacia el exilio americano. Se le unieron Hermann Hesse, Rilke, Einstein, Bruno Walter, Clara Haskil o Dinu Lipatti, entre otros.
Riemen entra en el mundo mágico de este hotel en la búsqueda de su princesa. No la encuentra y decepcionado va a otro lugar, esta vez el hotel Schloss Waldersee, invitado al simposio: “¿Qué cabe esperar de Occidente”? describiendo, en hojas sueltas de diario, con anotaciones de jueves a domingo, su aventura en la búsqueda de la “princesa Europa” que no la encuentra en los discursos de intelectuales pretenciosos, sino en la boca de un “personaje”… Radim, un hombre de edad, checo y amigo de Václav Havel, que decide contarle a Riemen la historia de Jan Patocka, un Sócrates moderno, un hombre que no buscó la fama pero que ha dejado una enseñanza para el corazón: que Europa, la verdadera Europa “nace con el cuidado del alma”, que Europa está en cada corazón que ama la cultura, porque Europa es cultura; que ser europeo significa combatir por una sociedad humanista e implica hacerse una pregunta fundamental:“¿aceptaremos el regreso a la barbarie o lucharemos por el renacimiento de la nobleza del espíritu?”.
Hoy, el regreso del fascismo, de la barbarie, no es sólo un fenómeno europeo, es un fenómeno mundial de cuya presencia nos empezamos hacer conscientes tras los recientes acontecimientos en Estados Unidos, en Venezuela y otros países que están en el peligro de caer en las garras de la nueva tiranía que es el populismo —una masa enfurecida, resentida, que quiere traer “el cambio inmediato” mediante falsas promesas, sin tener la capacidad de comprender que un verdadero cambio se construye mediante años, siglos, y su única fuente es la cultura, el cultivo de auténticos valores humanistas, el ennoblecimiento del espíritu y no eslóganes vacíos.
El libro de Riemen es una invitación a la reflexión, pero a la vez, a una elección entre “o lo uno o lo otro”; es una invitación a salir al combate conscientes de que la única manera de estar preparados para este combate es la cultura, la nobleza del espíritu, la fe en los valores espirituales. ¿Qué tan preparados estamos para defenderlos?