Entrevista

“La gente no es crítica ya, acepta lo que sea”: Riemen

Los gobiernos totalitarios comienzan siempre por eliminar a los poetas y pintores, dice el pensador y director del Instituto Nexus.

JESÚS ALEJO SANTIAGO
28/06/2017

México

George Steiner aseguró que Rob Riemen tiene un hondo compromiso “con los valores morales e intelectuales de nuestra frágil comunidad”, mientras que para Amos Oz se trata de un pensador que “nos invita a no dar la espalda a los mejores aspectos de la civilización europea”.

Son ideas recuperadas en el más reciente libro publicado por el pensador, un convencido de que el intelectual sí tiene un compromiso con su tiempo, una obligación moral, más allá de que pueda vivir en una posición privilegiada, en la que “me levanto por la mañana y voy a mi estudio, tomo mis cuadernos y mis libros, no tengo que levantarme a las cinco de la mañana y viajar dos horas para cumplir con una obligación.

“Pero la vida de un intelectual viene con una obligación moral de decir la verdad y darle sentido a las palabras. Si veo lo que está ocurriendo, conociendo la historia, sobre todo la europea del fascismo, apuesto por despertar a las personas para no dejarlas que caminen como sonámbulas”.

Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y la humanidad (Taurus, 2017) es su más reciente libro, en el cual reflexiona sobre un proceso que ya se vive en diversas partes del mundo: el “eterno retorno del fascismo” y la negación de políticos y académicos.

“Puede tomar cinco o 10 años y ocurrir en cualquier lugar, pero se está esparciendo por todas partes. El libro es para que se termine la negación y den con lo que ocurre antes de que sea demasiado tarde. De alguna manera el volumen es optimista, porque mi punto es que aún podemos cambiar las cosas, no tenemos que aceptar que vamos a un mundo fascista. Si todavía lo podemos detener, tenemos que detenerlo”, explica el director del Instituto Nexus.

Pensamiento comercial

No es nuevo, reconoce Riemen (Países Bajos, 1962), pero en los gobiernos fascistas o totalitarios una de las primeras preocupaciones es el mundo del pensamiento, del arte y de la cultura, que se convierte en una amenaza para ellos, por lo que, “dado que son una amenaza, primero matan a los poetas, a los pintores, a los que crean arte kitsch… pero esto no es nada nuevo: tanto en el socialismo como en el fundamentalismo religioso ha llegado a pasar”. No hace a un lado al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien define como un “fascista clásico”.

“Pero lo que preocupa más es que no nos importa, porque atravesamos por una etapa relativamente nueva, relacionada con sociedades en las que se entrena a la gente a preocuparse por el dinero, por la utilidad de algo, por lo pragmático, y los valores de la belleza y de la sabiduría simplemente no son importantes y tal vez cuentan como un pasatiempo”.

Y el primer problema que enfrentamos es que estamos en un estado de negación, sobre todo entre los académicos y los políticos, que se han opuesto a aceptar que el fantasma del fascismo ha estado más cerca de lo que creíamos, explica Riemen: “Es como si tuvieras una enfermedad mortal y no la quieres ver. Puedes seguir en la negación, hasta que te das cuenta de que hay un problema y tienes que enfrentarlo.

“Parte de esta cultura fascista es lo que podría llamar la estupidez organizada: la gente necesita ser ignorante, porque hay demasiadas élites de poder que se benefician de nuestra ignorancia. Si la gente fuera un poco más inteligente o más crítica, probablemente muchos políticos no estarían en sus puestos, no se verían muchas propuestas comerciales, no se comprarían muchos productos porque la gente sería crítica”.

De todo ello reflexiona Riemen en su libro y tiene la certeza de que una inteligencia más crítica puede construir un mejor futuro, siempre y cuando se aprovechen las posibilidades del pensamiento humanista.

“Creo que la destrucción del mundo de la cultura y de nuestra educación es un grave problema: desde el ámbito político se impulsa la aceptación de un pensamiento comercial, porque le da a uno satisfacción al instante, aunque no haya calidad detrás de eso.

“En este entorno, lo que uno crea es un vacío cultural: la gente no es crítica ya, acepta lo que sea, no le importa. ¿Por qué preocuparse de lo que ocurre en el mundo, de la injusticia social o de la discriminación? No es su tema, solo se preocupa en comprar un carro”.

Así es como puede crecer una cultura fascista; de ahí la urgencia de recuperar aspectos como la verdad, la justicia, la belleza y la sabiduría, enfatiza Riemen.  

Reforma.com

Nombrar el fascismo

 Jesús Silva-Herzog Márquez

14 Jun. 2017

El 2 de noviembre de 2010 todos los miembros del parlamento holandés, los ministros, y secretarios de estado recibieron por la mañana un pequeño folleto azul en sus buzones. Era un documento de sesenta y dos páginas con márgenes amplios y mucho aire que llevaba por título El eterno retorno del fascismo. Lo firmaba Rob Riemen, fundador del Nexus Institute, un admirable espacio de reflexión humanista. El pequeño folleto azul era un grito de alarma que se activaba desde el centro del poder para llegar después al resto de la nación. ¡Ahí vienen los fascistas! ¡Ya regresaron los fascista!, ¡grita Riemen! Reaccionaba a las elecciones recientes que colocaban a la extrema derecha a un paso de la mayoría. No son populistas, son fascistas.

Riemen sugiere que la cobardía nos impide nombrar al enemigo. Que usamos “populismo”, una palabra tibia, para describir la demagogia del odio pero deberíamos usar el término que merecen los extremismos de este tiempo: fascismo. Hablar de populismo es “cultivar la negación.” Llamar populismo a esa militancia del resentimiento es adelantar nuestra derrota, sugería Riemen en ese ensayo que pronto se convirtió en un extraordinario éxito de ventas a pesar de la hostilidad de políticos y académicos. Se acaba de publicar, junto con otro breve texto bajo el título de Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo. Taurus lo edita con traducción de Romeo Tello.

El ensayo es la advertencia de un ilustrado ante los horrores que amenazan la civilización que ama. Se escucha el eco de las persecuciones, de los libros bajo la hoguera, de la proscripción de pueblos. El fascismo se habrá escondido pero no ha muerto. Puede hibernar durante décadas para reaparecer de pronto entre nosotros. En el liberalismo aristocrático de Tocqueville, de Ortega y Valéry se funda su convicción de que la civilización moderna ha abandonado sus principios espirituales. Que ha olvidado lo eterno, que desprecia lo valioso, que se desentiende de lo bueno. Cuando los valores decaen, cuando los partidos olvidan su misión, cuando las universidades renuncian a su cometido, cuando se pudren las élites, cuando los medios compiten por la estupidización de sus audiencias, retoña el fascismo con sus órdenes ejecutivas, sus condenas expeditas, con sus cacerías. El “fascismo clásico” es perceptible en los tics de sus herederos. Ahí está el pánico a la decadencia, la nostalgia por una gloria perdida, la afirmación de una identidad amenazada, la identificación de un enemigo, la necesidad de un liderazgo autoritario.

El lector de Riemen no encontrará en su ensayo una definición precisa de fascismo pero tendrá muy clara su naturaleza: una política del resentimiento que incita al odio y esconde su vacío intelectual en insultos y lemas. Para el ensayista, el fascismo es, ante todo, una derrota de la cultura. Si puede abrirse paso es por la decadencia de la civilización. Es la crisis del humanismo lo que despierta a la bestia. La ignorancia nos somete a la bota del fascista. Riemen acepta la idea de Fellini: la pereza, el prejuicio, la arrogancia son invitaciones al fascismo: “El fascismo no puede ser combatido si no reconocemos que no es más que el lado estúpido, patético y frustrado de nosotros mismos, y del cual debemos estar avergonzados.” El combate al fascismo no es, por ello, una batalla política. Para cuidar la democracia hay que cuidar el espíritu de su civilización. Defender la verdad, la belleza, la bondad, la libertad.

Vientos

LOS PERROS GUARDIANES: El olvido se combate con memoria

Rael Salvador

Desde hace no poco tiempo me pregunto qué sucede en el entorno de los alumnos y los profesores, en esa inevitable sustracción del campus universitario y en el porqué de tanta apatía que ahora se observa traducida en una neutralidad feroz.

Al abrir las páginas del libro Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo (Taurus, 2017), encuentro en sus páginas atisbos claros que se van develando como una repuesta: “La valentía es un rasgo raro en el mundo intelectual y académico”.

Reseñé, en su momento, la anterior entrega de Riemen, Nobleza de espíritu. Una idea olvidada (Equilibrista, 2008). Y, una vez más, la apuesta está ofrecida en no dejar una sola reflexión fuera de alcance de la lucidez, es especie de impiedad licenciada en honestidad, vitalizando las personalidades de Natalia Ginzburg, Albert Camus y Thomas Mann –avalados por la figura central de Nietzsche–, dando cabida a una república de insurgentes literarios, emanados de la filosofía, quienes en el siglo XX elevaron más allá del bien y del mal el rasgo del humanismo para dar cara al devastador pontificado de un fascismo inminente: Ortega y Gasset, Max Scheler, Kafka, Paul Valéri y Celan, Adorno… 

Y si el olvido se combate con memoria, la muestra de navegación en el tiempo, en primer lugar, rescata la figura de Leone Ginzburg, “un hombre brillante que tradujo la maravillosa novela de Tolstoi, Ana Karenina, al italiano a la edad de dieciocho años”, y, convertido a la gran pasión de la literatura, fundó una editorial, seguida de una revista: Cultura, para ofrecerle “justicia al significado original de la palabra: hacer espacio a la diversidad de caminos que la gente puede recorrer en su búsqueda de la verdad, acerca de sí mismos y de la existencia humana”.

Cuando contaba con apenas 35 años, Leone fue ultimado por los nazis. La última carta de prisión a su esposa, la escritora Natalia Ginzburg, dice lo siguiente:

“No te preocupes demasiado por mí. Sólo imagina que soy un prisionero de guerra; hay tantos, especialmente en esta guerra, y la gran mayoría regresará a casa. Esperemos que yo sea parte de esa mayoría, ¿eh, Natalia? Te beso otra vez y otra vez. Sé valiente”.

Y el autor de Para combatir esta era, se interroga: «¿Qué quería decir con “sé valiente”?». Todo lo que surge de esta apertura, es un creciente cuestionamiento filosófico y científico, histórico y moral, de lo horrores ocasionados por el hombre inculto y su avidez idiota en las apariencias que, traducidas en posesiones y vulgaridades, se olvidan una vez más del espíritu de nobleza y generan la brutalidad renaciente del fascismo.

 “En lugar del cultivo y cuidado del alma tenemos la banalidad de la tecnología, el renacimiento del nacionalismo, la vulgaridad del comercio y la estupidez minuciosa de los medios de comunicación y de las universidades”, expone Radim, recordando a Jan Patocka, también viejo maestro de Václav Havel, quien es interrogado por el régimen comunista hasta dejarlo muerto poco antes de cumplir 70 años.La grandeza del libro de Riemen es breve, apenas 124 páginas, cifradas en una introducción –donde el arte, la intelectualidad y el compromiso ofrecen los vestigios de lo que será la lectura– y dos apartados: I. El eterno retorno del fascismo y II. El regreso de Europa. Sus lágrimas, sueños y hazañas, que sirven para acunar y discutir los supuestos absolutos de la ciencia, la tecnología y la economía, a partir de restituirle los atributos eternos del espíritu a una verdad más acabada –donde Sócrates y un profesor de pequeños ojos brillantes, llamado Radim, tienen un papel fundamental–, resuelta a dejar el histrionismo político de la modernidad y dar la batalla por el legado de la mitológica Europa y por el humanismo histórico.

Posteriormente Riemen escribe “Cena en el River Café”, ensayo biográfico de 44 páginas (uno de los 4 que contiene Nobleza de espíritu), que no posee ni una sola palabra que, insisto, no sea mágica y reconciliadora.Si en Nobleza de espíritu la figura del valiente y frágil Joe Goodman, con una “barba que no tenía nada que envidiar a su héroe poético”, Walt Whitman, metido en una chaqueta andrajosa y con una cerveza deleitándole el carácter, le ofrece a Rob la lección de su vida cuando, muerto ya de un infarto cerebral, en la dedicatoria de Hojas de hierba que le envía con antelación, escribe lo siguiente: “Seamos sinceros, amigo mío, está bien que los académicos se ocupen de los datos, ¡pero nosotros debemos escribir la verdad! Escribe lo correcto, sé bueno. Tu amigo Joe”.

Pasadas las páginas, Radim –al que la “edad lo ha hecho encogerse, una joroba en la espalda lo hace ver aún más pequeño, sus uñas son largas, hay cabellos que se asoman al menos un centímetro por sus fosas nasales, y su ropa huele como si no fuera lavada más de una vez al mes”– ofrece a los lectores una lección de vida difícil de olvidar y la tarea a Riemem de escribir este libro: “Querido amigo, yo ya soy un hombre viejo –tose, gracias a la imprudente delicia de un puro por encender– y no me queda mucho tiempo para vivir. Pero mientras siga aquí quiero disfrutar de toda la belleza de la Tierra y de todos los placeres de la vida”.La sensibilidad del presidente del Nexos Instituut de Tilburg (Ámsterdam), demostrada ya con inteligencia en la anterior entrega, se traslada ahora a Para combatir esta era, y de Sils Maria –donde Nietzsche parece que sólo legó el descanso– al Grand Hotel Waldhaus, lugar de conferencias y debates, se ofrecen nuevas responsabilidades a partir de los discursos de un brillante intelectual austriaco, llamado Walter, el profesor checo, Radim, y el emergente Rob: “El objetivo de la democracia, es, por lo tanto, la educación, el desarrollo intelectual, la nobleza de espíritu, y la nobleza de espíritu es el arma más importante para impedir que la democracia degenere en democracia de masas, en la cual la demagogia, la estupidez, la propaganda, la vulgaridad y los instintos humanos más bajos ganen terreno, hasta que inevitablemente den a luz al hijo bastardo de la democracia: el fascismo”.

La llama se aviva y el viejo de 80 años sentencia: “Vamos, tenemos que irnos. Usted debe de regresar a casa a contar una historia. Creo que será un libro entero”.

Ya lo había dicho Michel Onfray: “El trabajo del periodista es comentar lo que acontece, el del filósofo es poner en perspectiva lo real con las condiciones que han hecho posible lo que acaece o sucede”, para lo cual la frenética e irrefrenable poética de Rob Riemen, ofreciendo sus aportes en materia narrativa –el olvido se combate con memoria–, pone a las ratas de Camus frente a nuestra nariz: “…vendrá un día en que, para desgracia y enseñanza de los hombres, la peste despertará a sus ratas y las enviará a morir a una ciudad dichosa”.  

El Financiero

Fernando Garcia Ramirez

Nadie sabe en qué tiempo vive. Quienes vivieron en la Edad Media no sabían que estaban en “la Edad Media”. Quienes pelearon en la Primera Guerra Mundial ignoraban que se trataba de la “Primera”. ¿Vivimos el fin de una era o el principio de otra? ¿Algo nuevo está surgiendo o, por el contrario, con nosotros está muriendo una época? ¿Somos modernos, posmodernos, ultramodernos, o quizás a nuestro tiempo se le conozca en el futuro como la Edad Oscura? El tiempo en que lo echamos todo a perder.

Alteramos el clima y desquiciamos el planeta. Vaciamos de sentido a la democracia. Trivializamos los valores. Por concederle peso excesivo a la imagen, dejamos de creer en la palabra. Nos abandonamos a la violencia y al resentimiento. Pervertimos la educación. Transformamos la política en un circo. No sabemos en qué tiempo vivimos.

Quién sí parece saberlo es Rob Riemen (Para combatir esta era, Taurus, 2017), ensayista y director del prestigiado Nexus Institute. Para Riemen vivimos los tiempos del regreso del fascismo. No desapareció, como suele pensarse, con el fin de la Segunda Guerra. Albert Camus y Thomas Mann, en 1947, advirtieron: el fascismo pervive latente en la política como rencor social. Dice Riemen: el fascismo es la expresión política “de nuestros peores sentimientos irracionales: el resentimiento, el odio, la xenofobia, el deseo de poder y el miedo.”

El fascismo en embrión se presenta en nuestros tiempos bajo la forma del populismo. Muchos lo saben pero temen decirlo. Sin embargo, aconseja Riemen –como antes lo hicieron Confucio y Sócrates–, “para entender algo debes llamarlo por su justo nombre”.

El populismo es un término huidizo. Centra su fuerza en estimular la agresión y el enojo. “No tiene ideas propias y no busca resolver los problemas sociales, pues la injusticia es necesaria para mantener una atmósfera de odio y vilipendio.” El populismo se considera a sí mismo como la víctima de las élites (“la mafia que nos robó la presidencia”, dice López Obrador). Su falta de ideas la suple con eslóganes y retórica vacía (“la salida es la honestidad”). Se dice parte de un movimiento progresista y de regeneración cuando su forma de hacer política es reaccionaria, ya que proclama que todo era mejor en el pasado (su Edad de Oro: los tiempos inflacionarios de Echeverría y López Portillo). Toda la fuerza del movimiento populista radica en la sólida fe en un líder redentor que “dirá y prometerá todo lo que sea necesario para aumentar su apoyo y movilizar a las masas.”

Se supone que debemos conocer la historia para que ésta no vuelva a repetirse. Sin embargo, a través del populismo, el fascismo está de regreso. La derrota de Le Pen en Francia y Geert Wilders en Holanda, y el fracaso de la gestión de Trump en los Estados Unidos, no deben hacernos creer que están derrotados. Las causas que los llevaron al poder siguen vigentes. La impunidad, la inseguridad, la desigualdad, las crisis económicas no son las causas que alientan el populismo. Su origen se encuentra en el resentimiento y en la lenta pero sistemática erosión de los valores espirituales absolutos. Una sociedad obsesionada por lo trivial se convierte, dice Riemen, “en materia para los agitadores, cuya única motivación es la preservación y ampliación de su poder.”

La democracia está en crisis. “Los partidos políticos ya no tienen proyectos ni principios. La confianza en la política ha disminuido a un nivel peligroso.” Los medios de comunicación contribuyen a este clima de degradación: al simplificarlo todo, abren camino al que ofrece soluciones fáciles. ¿Qué hacer para evitar que asalten el poder los demagogos? Primero decir las cosas por su nombre: el populismo es la antesala del fascismo. La crisis económica, social y política que vivimos es en realidad una crisis moral. Hemos perdido de vista que el objetivo más alto de la democracia es la educación, enseñar a los jóvenes a vivir en la verdad y a respetar la dignidad de la persona.

Por miedo a la libertad que trae consigo la democracia sentimos la necesidad de entregar esa libertad a un líder carismático y autoritario que abomina la crítica y que sólo respeta las leyes que “son buenas para el pueblo”, siempre y cuando él mismo sea quien dicte qué es bueno y malo para el pueblo.

Cometimos el error de permitir la separación de la política y la cultura y ahora pagamos las consecuencias. Debemos repetirlo: una persona no salvará al país. Las instituciones y la democracia desaparecerán si permitimos que la política del resentimiento se apropie de la política. “La frustración conduce al resentimiento y ésta a la violencia. La violencia sólo produce más violencia. Esto es lo que enseña la historia. Lamentablemente –sostiene Rob Riemen– la naturaleza humana no ha cambiado.” ¿Estaremos aún a tiempo de enderezar nuestro torcido tronco?

La Crónica de Hoy

¿Aceptaremos el regreso a la barbarie o lucharemos por el renacimiento de la nobleza del espíritu?

Así decidí llamar a esta pequeña incursión, reiterando la pregunta que el pensador Rob Riemen hace en su libro Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo publicado recientemente por Editorial Taurus. Es el segundo escrito de Rob Riemen publicado en español, un escrito que sin duda tiene la intención de sacudirnos del adormecimiento y la apatía. Bajo un estilo ensayístico, específico del autor, el libro está dividido en dos ensayos: I. El eterno retorno del fascismo; II. El regreso de Europa. Sus lágrimas, sueños y hazañas.

A pesar de ser dos ensayos distintos, los une la preocupación del autor en relación a nuestro destino, al abandonar completamente la búsqueda de la belleza, el bien y la verdad, las tres grandes ideas que, desde Platón a Schiller o a Dostoievski, han constituido los pilares de la moral occidental. Sin embargo, estos pilares se han derrumbado desde hace mucho tiempo, cuando el resentimiento se ha apoderado de la moral, el kitsch de la belleza y la mentira y el autoengaño de la verdad.

Publicado en el año 2010 en los Países Bajos, el primer ensayo, El eterno retorno del fascismo, es más que actual. El autor se centra en recordarnos que el fascismo, la raíz del mal radical y de la aniquilación total del inicio del siglo XX, no ha pasado, sino que ha tomado la cara del populismo, de la estupidez organizada, de la mezquindad y de la cultura farsante como dice Riemen, recordándonos la conciencia despierta de Nietzsche, de Thomas Mann o de Camus, cuando nos advertían del peligro de este “bacilo”, de este “virus”, capaz de producir en cualquier momento  una nueva epidemia, cuando nada hemos aprendido de la historia.

Para Riemen, y con toda la razón, el virus del fascismo se está extendiendo con rapidez en nuestra sociedad. Con su origen en el “culto del resentimiento y en el vacío”, el fascismo es signo distintivo de la nivelación -y en este sentido con razón Kierkegaard nos advertía de su peligro-; es el signo distintivo del hombre-masa, sobre el cual escribía también Ortega y Gasset. En una sociedad en la cual el deber es sustituido por el deseo, en el cual los valores dejan de ser espirituales, en la que la educación carece ya totalmente de la auténtica enseñanza que implica “una instrucción moral y espiritual” para formar personas libres,  y se enfoca en formar “habilidades”; una sociedad en la cual el resentimiento prácticamente se “educa” en la familia,  se da lugar con mucha facilidad al fenómeno del siglo XXI que es el populismo, la máscara triste, patética, pero sumamente peligrosa, con la cual regresa otra vez el fascismo.

Con la ayuda de la escritura de Riemen, podemos dibujar el retrato del nuevo fascista: un hombre mezquino, educado con los pequeños valores; un resentido, un hombre que tiene miedo a la libertad, lleno de rencor y odio, que siempre imagina un “enemigo omnipresente”; un hombre sin cultura y sin valores espirituales, pero educado en la cultura kitsch; es el que grita a los cuatros vientos: “no soy violento”, “soy antifascista”, “no soy fascista, “el islam es fascista”, “no soy fascista porque soy pro-judío”, “soy defensor de los valores humanistas”, y estos patéticos gritos están en la boca de partidos políticos, instituciones que han perdido cualquier rasgo de humanidad.

Cuenta Riemen que, hacia el final de su vida, el gran cineasta Federico Fellini, quien en su juventud había coqueteado con el movimiento de las juventudes fascistas italianas, confesaba: “El fascismo siempre surge de un espíritu provinciano, de una falta de conocimiento de los problemas reales y el rechazo a la gente —por pereza, prejuicio, avaricia o arrogancia— a dar un significado más profundo a sus vidas. Peor aún, se jactan de su ignorancia y buscan el éxito para ellos mismos y su grupo, mediante la presunción, afirmaciones sin sustento y una falsa exhibición (…) El fascismo no puede ser combatido si no reconocemos que no es más que el lado estúpido, patético y frustrado de nosotros mismos y del cual debemos estar avergonzados”.  Por eso el ensayo es, sin duda, un examen de conciencia al que todos estamos invitados…

El segundo ensayo, El regreso de Europa. Sus lágrimas, hazañas y sueños, es como dice Riemen, “una historia acerca de tres grandes, muchas veces mal entendidas, palabras: democracia, libertad y civilización”. Al entender, igual que sus maestros del alma —desde Thomas Mann a Steiner o a Nietzsche, para dar algunos ejemplos—, que la cultura europea está en peligro de desaparecer, Riemen busca a la “princesa Europa” … ¿Se habrá exiliado? ¿Habrá envejecido? ¿O, simplemente, el sol que la hacía brillar (su cultura y civilización) se ha puesto? Invitado a organizar el coloquio con el tema “Nietzsche, Thomas Mann y el futuro de Europa”, en el Gran Hotel Waldhaus, en Sils Maria, en Suiza, en un lugar mágico, Riemen recuerda los pasos de Nietzsche o de Proust, rodeado de silencio y montañas, el lugar en el cual también se hospedo, en el año 1954, Thomas Mann, en su paso hacia el exilio americano. Se le unieron Hermann Hesse, Rilke, Einstein, Bruno Walter, Clara Haskil o Dinu Lipatti, entre otros.

Riemen entra en el mundo mágico de este hotel en la búsqueda de su princesa. No la encuentra y decepcionado va a otro lugar, esta vez el hotel Schloss Waldersee, invitado al simposio: “¿Qué cabe esperar de Occidente”? describiendo, en hojas sueltas de diario, con anotaciones de jueves a domingo, su aventura en la búsqueda de la “princesa Europa” que no la encuentra en los discursos de intelectuales pretenciosos, sino en la boca de un “personaje”… Radim, un hombre de edad, checo y amigo de Václav Havel, que decide contarle a Riemen la historia de Jan Patocka, un Sócrates moderno, un hombre que no buscó la fama pero que ha dejado una enseñanza para el corazón: que Europa, la verdadera Europa “nace con el cuidado del alma”, que Europa está en cada corazón que ama la cultura, porque Europa es cultura; que ser europeo significa combatir por una sociedad humanista e implica hacerse una pregunta fundamental:“¿aceptaremos el regreso a la barbarie o lucharemos por el renacimiento de la nobleza del espíritu?”.

Hoy, el regreso del fascismo, de la barbarie, no es sólo un fenómeno europeo, es un fenómeno mundial de cuya presencia nos empezamos hacer conscientes tras los recientes acontecimientos en Estados Unidos, en Venezuela y otros países que están en el peligro de caer en las garras de la nueva tiranía que es el populismo —una masa enfurecida, resentida, que quiere traer “el cambio inmediato” mediante falsas promesas, sin tener la capacidad de comprender que un verdadero cambio se construye mediante años, siglos, y su única fuente es la cultura, el cultivo de auténticos valores humanistas, el ennoblecimiento del espíritu y no eslóganes vacíos.

El libro de Riemen es una invitación a la reflexión, pero a la vez, a una elección entre “o lo uno o lo otro”; es una invitación a salir al combate conscientes de que la única manera de estar preparados para este combate es la cultura, la nobleza del espíritu, la fe en los valores espirituales. ¿Qué tan preparados estamos para defenderlos?

Adriana Malvido entrevisto Rob

Cuando vino a México el ano pasado, el filósofo Rob Riemen, autor de Nobleza de espírituUna idea olvidada, dijo en entrevista al despedirse: “Con su requeza, México debería estar en la cima, necesita una revolucíon”. Y regresó a Holanda donde preside el Instituto Nexus, para organizar la Conferencia Internacional “Esperando a los bárbaros” que abrió Amos Oz justo un día después del ataque terrorista en París que enlutó al mundo.

Mas.

Volkskrant: Strijder tegen banalisering van de Europese cultuur

Op het tweede gezicht: Rob Riemen, de man achter Nexus

Wie de Europese cultuur lief heeft, zal machthebbers en anderen ongeremd de waarheid moeten voorhouden, vindt Nexus-oprichter en -directeur Rob Riemen. Daarvoor gebruikt hij zijn tijdschrift (al 25 jaar) en de cultuurdenktank Nexus.

1962
Geboren in Eindhoven op 18 februari

1974
Middelbare school (tot 1982)

1982
Studie theologie in Tilburg (tot 1992)

1988
Eerste ontmoeting met mentor Johan Polak

1991
Oprichting tijdschrift Nexus

1994
Oprichting Nexus Instituut.
Eerste Nexus-lezing door Edward Said

1996
Eerste Nexus-conferentie met onder anderen Michael Ignatieff, Peter Sellars en Avishai Margalit

 

Gerard Riemen herinnert het zich nog goed: zijn broer Rob, directeur van het Tilburgse Nexus Instituut, hield een praatje voor Haagse topambtenaren en (oud-)politici. ‘Het was een snoeihard verhaal’, zegt Gerard Riemen. ‘Het kwam erop neer dat zijn toehoorders, die de elite van het land vormden, jammerlijk hadden gefaald als hoeders van de cultuur. Er hing een wat bedrukte stemming in de zaal, totdat oud-premier Ruud Lubbers opstond en zei: ‘Begrijpt u nu waarom zo veel mensen mij vragen waarom ik Rob Riemen een aardige man vind?’ Met die opmerking was het ijs gebroken.’

De anekdote, waarop vele varianten denkbaar zijn, is kenmerkend voor Rob Riemen (54). Hij is begaan met het lot van de Europese cultuur, die ontworteld dreigt te raken in een samenleving die ondernemers en volkszangers op het schild plaatst. Hij weet de leiders van het land om zich heen te verzamelen, maar hij ontziet hen niet. ‘Elk zakelijk opportunisme is hem vreemd’, zegt broer Gerard. ‘Hij zal zijn toon niet matigen om steun te verkrijgen voor Nexus.’

‘Ik heb weleens de neiging om hem voor te houden dat je met stroop meer vliegen vangt dan met azijn’, zegt Simon Reinink, directeur van het Amsterdams Concertgebouw en lid van de raad van advies van Nexus.

Nexus – het Latijnse woord voor samenhang of verbinding – is de naam van twee geesteskinderen van Riemen: een tijdschrift met essays over de Europese cultuur dat elk kwartaal in een oplage van enkele duizenden verschijnt, en het instituut dat lezingen, masterclasses en conferenties organiseert. Het blad verschijnt sinds 1991, toen Riemen nog niet eens was afgestudeerd. Het instituut ontstond in 1994, ter onderbouwing van het bestaansrecht van het blad. ‘Ik dacht: als ik er een instituut van maak, benoem ik mijzelf tot directeur’, zei Riemen in 2008 in de Volkskrant. ‘Als directeur ben ik belangrijker dan zomaar als redacteur. Ik kan beroemdheden naar Nederland laten komen, beroemdheden komen in de krant. Als een door jou naar Nederland gehaalde beroemdheid in de krant komt, ben je zelf ook een beetje beroemd. We weten dat het niet waar is, maar we laten het iedereen geloven, en omdat iedereen het gelooft, kun je gemakkelijker aan geld komen, en dat geld zet ik in voor mijn grote ideaal: het levend houden van de Europese humanistische traditie.

Bekende denkers

Zie hier, in al zijn eenvoud, het business model van Rob Riemen. En dat business model heeft tot dusverre heel adequaat gefunctioneerd. Hij wist bekende denkers, kunstenaars en (oud-)politici te interesseren voor een optreden bij een van zijn samenkomsten, onder wie historicus Simon Schama, schrijver (en Nobelprijswinnaar) Mario Vargas Llosa, dirigent Daniel Barenboim, schrijver en kunstcriticus Robert Hughes, politica Sonia Gandhi, cultuurfilosoof George Steiner, de politicoloog Francis Fukuyama en vele anderen. Bij de laatste conferentie, Democracy Today in the USA, trad de gewezen presidentskandidaat Jeb Bush op. De toehoorders zijn, in de kenschets van De Groene Amsterdammer, ‘geen toevallige passanten, of het typische publiek dat je op literaire of intellectuele bijeenkomsten ziet – wat ouder, beetje kunstzinnig – maar mensen in pak, die speciaal naar Tilburg waren gereisd’.

Tilburg was Riemens thuisbasis zolang de plaatselijke universiteit zijn voornaamste geldschieter was. Maar in die toestand kwam verandering toen Tilburg University – zoals de instelling zichzelf sinds enkele jaren noemt – hem in 2015 liet weten dat er voor voortzetting van de relatie ‘onvoldoende draagvlak’ was. In vijf jaar tijd zal de subsidie worden teruggebracht van 500 duizend euro (per jaar) tot nul. Niemand houdt serieus rekening met de mogelijkheid dat de subsidiestop het einde van Nexus tot gevolg zal hebben.

‘Nexus is als een wielerploeg die op zoek is naar een nieuwe sponsor’, zegt literatuurcriticus Jaap Goedegebuure, medeoprichter van het blad Nexus. En eigenlijk waren de creaties van Riemen Fremdkörper binnen de ‘cultuurarme omgeving’ die Tilburg University volgens Goedegebuure altijd is geweest. In die zin komt met de subsidiestop een eind aan een onnatuurlijke relatie – die de universiteit overigens nog wel een beetje cachet gaf.

 

Bij de verwerving van nieuwe financiers kan Riemen terugvallen op zijn vaardigheid om toegang te krijgen tot iedereen die er in zijn ogen ook maar enigszins toe doet. Dat talent manifesteerde zich al uitbundig op de Rijksscholengemeenschap in Den Bosch die Riemen van 1974 tot 1982 bezocht, ’twee jaar langer dan strikt noodzakelijk was’, zegt zijn toenmalige schoolgenoot Joyce Hijdra. ‘Hij is tweemaal blijven zitten omdat hij zo druk bezig was met dingen die volgens hem veel belangrijker waren dan school.’

Zo was hij voorzitter van de leerlingenraad, oprichter en zelfbenoemd directeur van het cultureel café en oprichter/hoofdredacteur van het schoolblad Sphinx. In die laatste hoedanigheid nam hij, minutieus voorbereide, interviews af met mensen die maar zelden in schoolbladen figureerden, zoals programmamaker Aad van den Heuvel. ‘Dat waren mensen van buiten onze kring’, zegt Hijdra. ‘Met zijn interviews wilde Rob ons laten zien hoe begrensd de school was.’

Een openbare discussie op de middelbare school georganiseerd door Riemen. V.l.n.r.: Hans Spierings, Rob Riemen, Thieu Vaesens, Joyce Hijdra, leraar Engels Spruit, Geert Mantingh en leraar Nederlands Wim Ruygrok.Een openbare discussie op de middelbare school georganiseerd door Riemen. V.l.n.r.: Hans Spierings, Rob Riemen, Thieu Vaesens, Joyce Hijdra, leraar Engels Spruit, Geert Mantingh en leraar Nederlands Wim Ruygrok.©

Stronteigenwijs

Op school was hij eerder gerespecteerd dan geliefd. ‘Hij nam geen genoegen met nonchalance en geestelijke luiheid’, zegt Hijdra. ‘Ook niet bij de docenten.’ ‘Hij was een slimme puberjongen met driftbuien’, zegt broer Gerard. ‘Zo iemand die weleens met Hitlergroet de klas uitliep als daar iets was voorgevallen waarmee hij het volstrekt oneens was.’

‘Hij kon lastig zijn en stronteigenwijs’, ondervond zijn vroegere wiskundedocent – en huidige vriend – Geert Mantingh. ‘Hij had niet op voorhand achting voor het gezag. Hij wilde best naar docenten luisteren, maar wat ze vertelden, moest wel zinvol zijn. Zinvol in de brede zin van het woord. Niet met het oog op dat diploma, want daarvan was de intrinsieke waarde tenslotte zeer beperkt.’ Mantingh zelf – een zijinstromer met een arbeidsverleden in de bouw – riep weinig weerstand op bij Riemen omdat hij graag uitstapjes maakte naar andere disciplines, al was het maar om de betrekkelijkheid van zijn eigen vak te laten zien. Een grootheid als Carl Gustav Jung was tenslotte heel slecht geweest in wiskunde.

Na zijn achtjarige schoolloopbaan ging Riemen in Tilburg theologie studeren, niet om theoloog of pastoor te worden, maar omdat deze studie hem van een breed intellectueel en cultureel fundament zou voorzien. ‘Theologie heeft veel raakvlakken met andere disciplines’, zegt zijn vroegere studievriend Paul van Tilburg. ‘Ze gaf ons een vrijbrief om ontzettend veel te lezen.’ Te midden van de andere studenten viel Riemen op omdat hij ‘veel grote woorden gebruikte’. ‘Ik ben zijn tegendeel’, zegt Van Tilburg. ‘Maar het viel mij ook op dat hij al zijn grote woorden waarmaakte.’ Zo transformeerde hij een enigszins in zichzelf gekeerd faculteitsblad in een leesbaar periodiek. Kohelet, heette dat blad. Hebreeuws voor prediker. Het bevatte, net als de schoolkrant die door Riemen was bezield, interviews met bekende mensen ‘van buiten’: de dwarse theoloog Edward Schillebeeckx en vakbondsman Herman Bode – met wie Riemen via zijn vader, zelf actief in de vakbeweging, in contact was gekomen. Marga Klompé, Ruud Lubbers en Joop den Uyl. ‘De voorlichter van de PvdA wilde dat het partijprogramma de leidraad zou worden van dat interview, maar daar heeft Rob met geen woord over gesproken. Wel over Menno ter Braak, en ik neem aan dat hij Den Uyl met die themakeuze ook veel plezier heeft gedaan.’

 
Rob Riemens eerste ontmoeting met Johan PolakRob Riemens eerste ontmoeting met Johan Polak ©

Als hoofdredacteur van Kohelet kwam Riemen ook in contact met uitgever en mecenas Johan Polak (1928-1992), in de perceptie van Riemen ‘de incarnatie van het Europese beschavingsideaal’. Deze ontmoeting is in hoge mate bepalend geweest voor Riemens verdere levensloop. Polak sympathiseerde met zijn plannen voor het blad dat Nexus zou gaan heten, en hij bracht Riemen – voor zover nodig – in contact met mensen die hem bij de verwezenlijking van die plannen konden helpen. Bescheiden was hij daarbij allerminst. ‘De Renaissance begon met twintig man’, zei hij ooit ter bemoediging tegen Riemen, ‘en wij zijn al met z’n tienen.’

Riemen zelf meende met Nexus in een grote behoefte te voorzien. ‘Ik was geweldig naïef’, zei hij jaren later in de Volkskrant. ‘Ik dacht: ik begin een tijdschrift over Europese cultuur, het moet een beetje 18de-eeuws georiënteerd zijn. Dat wil zeggen: er moet humaniora in, en filosofie en wat theologie. Het moet internationaal zijn, het moet er klassiek uitzien. Ik leefde in de illusie dat ernaar uitgekeken zou worden.’

Fijnproevers

En misschien wérd er ook wel naar uitgekeken. Weliswaar niet door de massa’s, die hij als kind van de klassieke verheffingsgedachte hoopte te bereiken, maar wel door een kleine, trouwe schare fijnproevers die zijn zorgen over de banalisering van de Europese cultuur delen. Een cultuurpessimist is hij niet, zei hij zelf in het Belgische Knack Magazine. ‘Als ik dat was, was ik wel in de politiek gegaan of was ik bankier geworden.’ De Britse (conservatieve) filosoof en schrijver Roger Scruton zou Riemen ook niet meteen een cultuurpessimist noemen. ‘Hij is meer een ouderwetse gelovige in de geesteswetenschappen, een ‘Unpolitischer’ zoals Thomas Mann, een representant van de moderne Verlichting die nog iets van zijn vroegere katholieke geloof in zich draagt.’

Paul van Tilburg ziet Riemen als een profeet. ‘Hij gaat in tegen de tijdgeest. Hij is er niet op uit om mensen te pleasen. Hij vertelt machthebbers ongeremd de waarheid. Hij roept dus onvermijdelijk weerstand op. En hij kan op de buitenwereld drammerig overkomen. Maar dat is eigen aan de moeilijke rol die hij op zich heeft genomen.’

Controverse

In 2010 oogstte Rob Riemen veel kritiek met de stelling, in zijn boek De eeuwige terugkeer van het fascisme, dat Geert Wilders ‘het hedendaags fascisme’ belichaamt. Dat hedendaags fascisme definieerde hij als het product van genotzucht, afkeer van de parlementaire democratie en van de oude culturele elite. Deze rekkelijke definitie van fascisme vond bij niet bij iedereen genade. Voormalig VVD-leider Frits Bolkestein, habitué bij veel Nexus-activiteiten, schreef: ‘Door Wilders met het fascisme in verband te brengen, trivialiseert Riemen het werkelijke fascisme.’ Lees Riemens opiniestuk in de Volkskrant hier terug.

Crónica: Democracias en peligro

Conferencia. Los intelectuales dejan de cuestionar para disfrutar de las comodidades y privilegios que otorga el estar cerca del poder. El filósofo añadió que ser libre intelectualmente es un camino difícil que puede llevar a la crucifixión

Rob Riemen, uno de los filósofos vivos más importantes del mundo, dijo ayer en la Ciudad de México que en todo el mundo las democracias están en crisis porque la educación no ha buscado formar a personas que piensen en salvar al mundo sino a personas que usen y saquen ventajas de lo que ya hay.

En conferencia magistral ofrecida en la Universidad Anáhuac Sur, el filósofo holandés que fundó uno de los círculos de reflexión oThink tank más influyentes de Europa, criticó a los intelectuales que dejan de cuestionar para disfrutar de las comodidades y privilegios que otorga el estar cerca del poder y dijo que ser libre intelectualmente es un camino difícil que puede llevar a la crucifixión. Sobre este tema añadió que uno de los ejemplos históricos de las consecuencias de pensar libremente fue el griego Sócrates, quien prefirió la pena de muerte antes que renunciar a su libertad intelectual.

Hijo de un matrimonio de trabajadores católicos holandeses, Riemen vivió muy de cerca las luchas sindicales y la manera como operan las ideologías en la libertad de pensamiento. Estudió teología y filosofía, lo que le ha aportado herramientas críticas para analizar las religiones, sus fortalezas y debilidades. En México comenzó a ser conocido por sus artículos publicados en la revista Letras Libres.

“Los humanos somos seres en busca de conocimiento y por eso opino que el mundo religioso cayó en problemas cuando dejó de pensar. Un ejemplo es lo que ocurre con la interpretación errónea de lo que significa un dogma. En realidad, los dogmas fueron creados cuando la lengua no alcanzaba para explicar algo y abrían una invitación a explorar otras formas de explicar. Pero en lugar de eso, algunas religiones interpretaron el dogma como una orden para dejar de pensar”, dijo el fundador del Nexus Institute de Tilburg, Holanda, donde participan diferentes ganadores del Premio Nobel para analizar los problemas de la sociedad.

SALVAR AL MUNDO.  Invitado a México por el doctor en Filosofía, Rafael García Pavón, el doctor Rob Riemer visitó la Universidad Anáhuac Norte y la Anáhuac Sur. En ambas leyó una conferencia original que plantea una pregunta para sí mismo, pero también para los jóvenes estudiantes y los profesores universitarios: “¿Qué salvará al mundo? Una pregunta perenne”.

A partir de esta pregunta, el filósofo hizo una construcción de posibles respuestas: primero dedicó veinte minutos a responder como podría hacerse desde una perspectiva religiosa, recordando que diferentes religiones del planeta tienen como uno de sus planteamientos centrales el restaurar el mundo.  Sin embargo, después de 20 minutos de ensayar una posible respuesta desde la religión, el filósofo dijo que en la actualidad debemos buscar otras posibles respuestas pues vivimos en lo que llamó un mundo Post-Cristiano, un mundo donde la gente toma decisiones sin pensar en el bien y el mal, y en el que los intelectuales han preferido no entrar en este complejo mundo de aclarar lo que está bien y lo que está mal.

Ahí vino su primera crítica a los intelectuales que han evadido su responsabilidad de seguirse planteando preguntas sobre muchos temas, pero también sobre lo que está bien y lo que está mal. Esto es algo que muchos evitan porque prefieren evitar problemas con gobiernos, partidos políticos o incluso grupos de colegas.

“Los intelectuales tenemos que plantearnos preguntas muy difíciles en las que se entienda que el ser humanos es mortal pero libre y capaz de decidir si deja que le jalen los caballos oscuros de su naturaleza, como la agresión, la traición y la crueldad, o los caballos blancos, representados por la compasión, el perdón, la comprensión y la cortesía al otro. Cada ser humano está en su propia expedición para salvar al mundo, pero deben estar consciente de que vive en la disyuntiva de ser justo, a pesar de las dificultades y sufrimientos que esto implica, o ser injusto y gozar de los beneficios”, insistió.

DEMOCRACIAS EN PELIGRO. Rob Riemen dijo que en Estados Unidos, Europa y en todo el mundo se observa que las democracias están en crisis porque ya no aspiran a resolver el problema original de darle dignidad a todos los habitantes, ahora están más ocupados en hacer que se cumplan planes, proyectos o paradigmas teóricos, los cuáles miden con números, cada vez más lejanos de l humanismo.

“Muchos confían en que las élites políticas o intelectuales están pensando en lo mejor para todos y es doloroso darse cuenta de que no es así; muchas veces no saben lo que están haciendo y otras veces sólo están siguiendo paradigmas que alguien más escribió”, dijo antes de señalar que, en este contexto, la mayoría de la sociedad simplemente es “utilizada” y no se puede dar cuenta de que es objeto de uso porque no tiene buena educación.

“El regreso de varias expresiones como el fascismo, el fundamentalismo y el irracionalismo nos hacen ver que los seres humanos han perdido sus fundamentos humanistas y esto es el resultado de la mala educación. No hemos aprendido las lecciones de la historia que nos demuestran que no habrá una democracia saludable con mala educación”, añadió.

Dos críticas más estuvieron reservadas para los medios de comunicación y los científicos: de los primeros dijo que no servirán para salvar el mundo si no invitan a las personas a pensar y harán mucho daño si se convierten sólo en máquinas de propaganda; mientras que de los científicos dijo que han preferido explicar al mundo que explicar al ser humano y que sólo están interesados en estudiar lo que se pueda medir, por lo que han respondido muchas cosas externas, pero las personas todavía sienten que la ciencia no ha respondido nada fundamental sobre lo que significa ser un humano.